Venezuela tierra de orquídeas, araguaneyes
y turpiales, cuna del gran libertador Simón Bolívar, madre de escritores como
Andrés Bello, Simón Rodríguez, Rómulo Gallegos y entre otros grandes literatos
que marcaron la historia de la literatura latinoamericana. Patria de pintores
como Carlos
Cruz-Diez, Manuel Cabré y Luis Álvarez de Lugo que enaltecieron la belleza del
paisaje venezolano e hicieron de esta gran nación, un referente importante del
arte en el contexto internacional. Nación de Franco de Vita y Ricardo Montaner
grandes exponentes musicales.
Verte hoy de rodillas, sometida por un
régimen de terror que estrangula el progreso y que extinguió las nobles
instituciones que un día te hicieron grande, que catapultó la corrupción que
corroe las arcas del Estado, al mismo tiempo que convirtió la libertad de su
pueblo en el sirviente de tú despacho. Es esta la Venezuela que grita por
auxilio, gritos desesperados, que muchos pretenden no escuchar.
Dios no quiera que la costumbre al
sufrimiento y la represión apaguen tu lucha, ojalá el recuerdo hoy lejano de
ser dueña de tu destino, y el antaño por la liberación despierte en ti el fuego
para luchar por la libertad de su pueblo, y no te conviertas en aquello que en
palabras Ortega y Gasset, durante la
época de dictadura franquista en España, llamaba “como una existencia pasiva y
estática como el montón de piedras al borde de un camino”.
Una masa de individuos condenados a
vivir en marco del colectivismo sin aspiraciones ni iniciativa, expuestos a la
desesperada expectativa que a Estado fallido, les condena las sobras de
aquellos regordetes que se eternizan para administrar la hambruna de su pueblo.
Es este el precio que han de pagar por
la ingenua y amañada implementación de aquellos modelos económicos adoctrinados
por el socialismo que condenan al individuo y sus libertades, que lo someten
mediante engaños y promesas a la esclavitud colectiva, un secuestro masivo del
tamaño de una nación.
Que el libre pensamiento empiece a
gobernar tras bastidores, despertando, espero pronto, este espíritu natural del
ser humano de luchar por su libertad, que la mediatización de la democracia ya
coaptada y las libertades públicas no desvíen la mirada que la libertad
económica y la propiedad privada ordenada son la prioridad de la agenda.
La democracia es un fantasma que agoniza
y pesa en la conciencia de los ciudadanos venezolanos, un sentimiento colectivo
de culpa y malestar que invade al hombre por saber de fondo que las cosas no
están bien, la justicia se convierte en la ramera de la burocracia y el
gigantismo del Estado juega de alcahuete por los intereses de unos cuantos dedicados a disfrazar de buenas intenciones e ideales ficticios el
desangre literal de todo un pueblo.
El diseño del sistema socialista está
condicionado a que el patrimonio de todos se concentre en un solo dueño que
insaciable echa mano de los derechos y libertades de toda una nación y no
permite que la iniciativa privada tome partido. El saqueo de los recursos
naturales, el incremento de la deuda odiosa y la destrucción masiva de capital
recorren las calles urbanas y rurales de un pueblo alguna vez pareció estar
encaminado en una senda de prosperidad y desarrollo.
La salida masiva de capital humano es la
cereza del postre comunista, no basto con el empobrecimiento de una nación
completa, también les alcanzó el tiempo para consumar el atraso que conlleva la
pérdida del factor de producción más importante para el desarrollo económico.
Lo que aún resulta más triste es el abandono de una nación echa presa de falsos
profetas que en medio de sus pobres discursos idiotizan a sus militantes
secuestrando la democracia en marco de un profano y negligente clientelismo de
las masas.
Este es un llamado reaccionario a la
libertad para que la resistencia al régimen se haga presente y rescaten la
patria que los vio nacer. No se puede permitir más injusticias y violaciones a
los derechos humanos, para que aquellos que se van vuelvan a luchar para
recobrar lo que por nacimiento les pertenece, para que sus hijos puedan gozar
un día de su país y puedan reconstruir de las ruinas que deja un régimen tan
obscuro como la más larga guerra que un país pueda llegar a soportar.
¡Por sus hijos, por la vida y por la
libertad!
Por: Lukas Sanz Ramirez
Economista
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